jueves, 18 de septiembre de 2008

Diario de Viaje 2: Georgia y Armenia




DIA 6: “La Georgia pre-bélica”. Hopa - BATUMI (GEORGIA) - GYUMRI (ARMENIA) - YEREVAN. 500 kms.





Levantéme no demasiado temprano ya que sabía que la frontera Turca no es muy madrugadora para abrir sus puertas (estos cachondos cierran por la noche). Acercándome a ella una interminable ristra de camiones había colapsado los accesos. Hay una norma no escrita en esto de las colas de las fronteras que dice que los vehículos ligeros tienen preferencia, o sea que realmente con la moto todos te dejan pasar y te indican por donde puedes hacerlo. Costó un poco llegar a la puerta ya que todavía estaba cerrada y los diversos coches, autobuses, furgonetas, etc., estaban desperdigados sin ningún orden ni fila concreta.

Cuando abrieron la frontera el trámite de control de pasaporte fue bastante farragoso ya que se sumaron los pasajeros de varios autocares, y además experimenté por primera vez lo que iba a ser una desagradable constante en todo el viaje: la gente no sabe hacer colas ordenadamente, simplemente se lanzan todos a codazos contra el cristal de la ventanilla y meten la mano para ofrecer su pasaporte al funcionario. Puede haber tranquilamente 8 personas en primer lugar, y alguna de ellas puede llevar los pasaportes de 5 ó 6 pasajeros de un vehículo. Todos blanden el pasaporte ante tu cara y muchos necesitan una buena dosis de desodorante ... Y lo peor de todo es que el funcionario no hace nada para evitar esta situación, ya que va recogiendo pasaportes a uno u otro según le viene en gana.

Estando en la cola de golpe alguien grita que han abierto otra ventanilla (supongo que gritaron eso...) y empieza una carrera de obstáculos con hombres, mujeres, niños e incluso sorprendentemente ancianos, saltando vallas para llegar rápidamente a la nueva cola. Cuando llegas en posición ventajosa alguien dice que es una cola sólo para turcos, miras atrás y tu puesto en la otra fila ya la han ocupado 20 personas más, o sea que decides quedarte en ésta y que pase lo que tenga que pasar. Finalmente conseguí salir de Turquía y llegar a la frontera georgiana, la cual a pesar de la sorpresa de ver llegar una moto desde España, hay que decir que estaba mucho más organizada, informatizada y con funcionarios y funcionarias impecablemente vestidos e identificados con su acreditación. Había vuelto a Europa geográficamente en realidad y eso se notó enseguida, al menos de momento.



De Georgia yo le tenía mucho miedo a los controles policiales en las carreteras, ya que preveía muchas paradas arbitrarias y muchos sobornos, según suele ser habitual en países en su día bajo la órbita soviética. Además la situación política de Georgia es inestable como se ha demostrado desgraciadamente sólo al cabo de unas semanas con la guerra que se ha iniciado. Por ello decidí coger la vía más rápida que me llevara hasta Armenia incluso aunque no fuera una carretera internacionalmente muy concurrida. Entré en Georgia pues un poco acongojado, y me dirigí hasta Batumi su principal puerto.
Puerto de Batumi.




Estatua de Ilya Chavchavadze




State Drama Theatre




Iglesia católica Mariana





Las ciudades georgianas son diferentes a las turcas; son claramente más parcas, sin supermercados, con pocos servicios, pocas gasolineras, pocos restaurantes, grandes bloques de apartamentos, y todo escrito en alfabeto ilegible; todos hablando ruso y casi nadie entiende el inglés.

Tras preguntar un poco encontré una oficina de cambio de divisas pues a partir de éste momento se había acabado el uso de la tarjeta de crédito para varias semanas.

Por cierto que en la gasolinera ya tuve un contratiempo. El tema del repostaje es siempre un problema a la que uno va más allá de la Europa Occidental. En algunos países puedes reconocer que hay surtidores con diesel y otros con gasolina, y entre estos la gasolina con y sin plomo y de diversos octanajes (98 en pocos países, 95, 93 e incluso 86 en algunos casos). Vaya por delante que mi moto necesita gasolina (si pones diesel por error el viaje se termina allí mismo), y gasolina que sea sin plomo (si no el catalizador del escape se estropea), y de un octanaje mínimo para funcionar bien. En Turquía no hay problema ninguno. En Croacia, en Serbia, en Hungría, en Rumanía o Moldavia por ejemplo a veces hay que preguntar al gasolinero pero enseguida las cosas están más claras, pero en otros países como Ucrania, Bulgaria, Georgia, Armenia, Azerbaiján, Irán, Siria, Jordania y el Líbano, debido fundamentalmente a que usan otros alfabetos, incluso con los números, es muy difícil enterarte de qué clase de gasolina estás poniendo; por no saber, no sabes ni a cual surtidor hay que hacer la cola.

Asi pues en Batumi le pregunto al gasolinero si es diesel o “benzin”, y luego ya sin plomo o con plomo fue imposible casi de preguntar, sólo decirle que me pusiera la mejor que tenía, la que llevaran los mejores coches. El tío empieza a echar y me doy cuenta que la manguera es de color rojo (la sin plomo en Europa occidental es verde), y yo que le digo que pare. Él que no para y yo que le saco la manguera a la fuerza, y la manguera a toda presión salpicando a todos que dejó empapados de gasolina a un par de gasolineros que estaban por delante. Todos cabreados conmigo, y yo que digo que diesel no, y ellos que dicen que no es diesel, que es la de 95. Y yo que me disculpo y que a partir de ese momento dejé de preocuparme ya por el color de las mangueras, ya que en todos los países me han puesto gasolina con mangueras verdes, negras, rojas, azules, blancas y transparentes ... Y para más desespero, resulta que en algunos países islámicos en un mismo surtidor hay gasolinas diferentes, depende del botón que aprietan en la máquina (para fliparlo ...).

Visitado finalmente el centro de Batumi y ya con el depósito lleno, me dirigí por la vía más corta en dirección a Ninotsminda, hacia la frontera con Armenia por carreteras, según el mapa, que tenían que ser amarillas (comarcales), y rojas (nacionales).

Al empezar a pasar por pueblecitos rurales el paisaje de Georgia empezó a maravillarme, mucho más fresco y verde que el turco del Mar Negro, con multitud de vacas pastando o descansando tranquilamente en medio de la carretera y de caballos en los márgenes.




Entre parada y parada para echar fotos la carretera empezó a adentrarse en un valle, y luego empezó a subir y subir por la ladera de una montaña.






Ningun tipo de protección en las curvas...








El estado de la carretera empezó a volverse preocupante, con múltiples desconchones, baches, agujeros, etc. Al paso por algunas aldeas pequeñas empezaron a ser usuales los tramos sin asfaltar y los grandes charcos y el barro, y al cabo de poco rato lo que fuera la carretera ya había desaparecido definitivamente y se había convertido primero en pista forestal y luego en camino de alta montaña a medida que iba subiendo y subiendo. La Pantera Negra me ha demostrado en múltiples ocasiones que aguanta asombrosamente bien el uso Off road sin excesos, pero meterte a hacer enduro solo, a 5.000 kms de casa, con casi 400 kgs de peso sobre la moto, y con 17.000 kms que faltaban todavía de viaje desde luego no era una idea que me sedujese, y lo pasé bastante mal en los más de 100 kms que tuve que recorrer sin asfalto.





Cuanta más altura ganábamos los paisajes de la cordillera del Bajo Cáucaso empezaron a ser preciosos, el tráfico absolutamente inexistente, y acabé coronando un paso de montaña de 2025 metros que se puede ver en la foto.




Pero todo lo que sube baja, o sea que el descenso por las pistas también estuvo bastante entretenido, atravesando un par de arroyos que invadían el paso y apartando multitud de vacas que no tenían ninguna intención de abandonar el dichoso caminillo.

Al llegar al plano según el mapa la carretera enlazaba con otra que venía del Norte y debía de convertirse ya en nacional y dirigirse al fin hasta Armenia. Y efectivamente durante un buen rato el asfalto volvió a la ruta, pero nada bueno dura eternamente...



Inexplicablemente a medida que nos acercamos a Ninotsminda el asfalto estaba en peor estado, lleno de cráteres, absolutamente agujereado sin posible alternativa, mucho peor pues que una pista para la pobre moto y sus suspensiones sobrecargadas por el peso excesivo. Yo creía que la frontera internacional entre los dos países iba a estar frecuentada por camiones y trasportes en general, pero me equivoqué completamente, en esa pseudo-carretera internacional no había tráfico, camiones cero, furgonetas cero, vehículos alguno despistado y algún viejo todo terreno evitando también los agujeros como podía.
Llegados a un punto la supuesta carretera nacional roja según el mapa también desapareció y se convirtió en una pista, tal vez no tan exigente como el camino de cabras de por la mañana, pero pista con barro y demás al fin y al cabo, además el cielo amenazaba lluvia y cumplió finalmente su amenaza, aunque de forma inicialmente aguantable.







Los paisajes, eso si, eran preciosos, de alta montaña. Resultó que Ninotsminda era un pueblecito rural de casas aisladas y animales por todas partes.



A punto estuve de pasarme la frontera de largo, ya que no había ni carteles ni nada, y en esas laderas había varias pistas que poder seguir sin nada que indicara cual era la “oficial”, y sin nadie a quien seguir ya que no había absolutamente ningún otro vehículo que el mío allí.

El grueso de la tormenta me pasó por encima justo cuando intentaba entenderme con los dos policías de botas embarradas que habitaban aquel barracón fronterizo georgiano (el catre asqueroso estaba al lado de la mesa mugrienta), y que sin ningún soporte informático simplemente anotaron mi pasaporte y el número de la matrícula en su libro de salidas (esta circunstancia me provocaría un problema administrativo unos días después en la frontera con Azerbaiján), y que salieron bajo la lluvia para contemplar esa moto del loco español que había llegado hasta allí en vez de entrar en Armenia por donde parece ser que lo hace todo el mundo, la carretera de Tiblisi. La lluvia cesó un rato y avancé un poco más. Tras pasar por otro barracón exactamente igual y con el mismo trámite unos trescientos metros más allá y esquivando a dos perros que salieron a mi paso ladrando, por fin llegué pues a la frontera de Armenia.


Armenia era el único país del que yo todavía no tenía visado (no hay embajada en España), y ante la posibilidad de que no consiguiera entrar me deprimí sólo de pensar que había de retroceder nosecuantos kilómetros por las pistas infernales que acababa de pasar empleando 6 o 7 horas extenuantes para ello. Pero las cosas empezaban a cambiar para bien. En el tramo entre fronteras el asfalto volvió a aparecer y ya casi no llovía. La frontera era modesta pero estaba bien organizada, con guardia externo, barrera, ventanilla de control de pasaportes y varios edificios pequeños, pero desde luego mucho más dignos que los barracones embarrados y aislados georgianos. Cuando dije que quería obtener un Visado me dirigieron a otro edificio donde un viejo oficial muy simpático encendió su ordenador, escaneó mi pasaporte y extendió en un momento un adhesivo de visado que estampó y pegó a mi pasaporte previo pago de unos 30 euros, más 5 que se cogió para si él mismo metiendo su mano descaradamente en mi cartera dedicándome la mejor de sus sonrisas (¡absolutamente verídico!) Pero lo hizo tan simpáticamente y yo estaba tan contento de poder entrar a Armenia y dejar atrás los caminos georgianos y la lluvia, que no me molestó en absoluto aquella propina, y menos cuando no me hicieron pagar ninguna otra tasa de entrada, ni siquiera suscribir un seguro para la moto como hacen en otros países.

Total, que al cabo de un rato ya estoy circulando por las carreteras de Armenia, bajando desde lo alto de la montaña (donde estos locos han puesto la frontera y donde tiene pinta de estar permanentemente nublado) hasta un valle a lo lejos donde de nuevo pude ver brillar el sol.



Paré en Gyumri y pude comprobar con gusto que las ciudades Armenias, aunque con su propio alfabeto que vuelve a hacer difícil leer nada, son bastante occidentales, con calles bien asfaltadas, plazas ampulosas, edificios señoriales, o al menos eso es lo que a mi me pareció.


Arco.





Torre de Gyumry en calle y plaza Sayat nova




Iba a anochecer y decidí (aunque fuera conduciendo de noche), llegar hasta Yerevan, la capital de Armenia donde conocía la dirección de un buen hostal.
Yerevan es una capital no muy grande, y no fue demasiado difícil llegar al hostal (Envoy Hostel). La moto durmió en la acera al lado de la puerta del hostal que es muy agradable y modélico, y los chicos encargados (Gevorg él y Arpine ella) especialmente amables.


DIA 7: “Armenia, un país desconocido”. Yerevan - ETCHMIALDSIN - ZVARTNOTZ - SARDARAPAT - SEVAN - TIBLISI (GEORGIA). 350 Kms.





Me dispuse a visitar Yerevan por la mañana, pero al coger la moto y hablando con el chico del hostal mientras lo hacía, me olvidé de que le había puesto la cadena a la rueda delantera. Resultado: caída tonta sin consecuencias delante del hostal. Ya van dos.

Encontré una oficina de cambio de divisas y empecé la visita. Yerevan es una ciudad bastante agradable y occidental urbanísticamente hablando, y en su centro es fácil orientarse. Aquí unas fotos de la ciudad:



Republic square (antes Lenin Square). Parte del National Art Gallery






Catedral de San Gregorio el Iluminador





Me dirigí luego a “La Cascade” (ahora la cascada seca) un alarde arquitectónico empezado en época soviética y que todavía está por terminar. En su día tenía múltiples fuentes de agua en constante descenso, pero el gobierno armenio por falta de fondos para el mantenimiento decidió prescindir del agua. Está enfrente del palacio de la Ópera (Spendiarov Theatre) y hace las funciones también de museo de arte, y sus esculturas, incluyendo un gato de Botero, demuestran un refinado gusto armenio por el Arte.

Palacio de la Ópera.




"La Cascade"














Monumento al arquitecto diseñador de Yerevan.



En varios países exsoviéticos que he visitado se encuentran estos monumentos a la madre patria que entrega sus hijos y su fuerza a la causa nacional. En este caso es la Madre Armenia.




Un poco más apartado del centro se encuentra el emocionante memorial al Genocidio Armenio (Tsitsernakaberd, ¡toma ya palabreja!) a manos de los turcos sucedido a principios de siglo (1915-1917), y todavía causa de discusión entre ambos países.








Monumento al comisario soviético Stephan Shahumyan



Cuando volví al hostal a por el equipaje, el chico del staff me hizo una entrevista a pie de calle con la cámara de video mientras varios curiosos se paraban a chafardear la escena.

Ya fuera de Yereván, al Oeste, forman parte del patrimonio mundial de la Unesco los restos del monasterio de Zvartnost (Ángeles Celestiales), que parece ser fue destruido por un terremoto.




Desde Zvartnost se ve perfectamente uno de los motivos de discusión entre Armenia y Turquía, el Monte Ararat antes armenio y ahora turco, donde dice la Biblia que atracó el arca de Noé y donde por tanto se cree que bajo sus nieves perpetuas sigue todavía la nave. Yo miré bien a conciencia y no fui capaz de verla ...






El águila que guarda la entrada de Zvartnost.




Al lado está la ciudad de Etchmialdsin, antigua capital de Armenia y centro religioso del país (rito apostólico), que tiene un complejo de varias iglesias bastante notable (Vagarshapat), entre ellas la primera iglesia que se erigió en toda la cristiandad. Es también Patrimonio de la Unesco.


Memorial a las vícitimas.



La entrada a Vagarshapat.







La Catedral de Etchmialdsin




Hay que tener en cuenta que Armenia fue el primer país que adoptó oficialmente el cristianismo como religión nacional, y ello le ha dado siempre una posición de preeminencia en el mundo cristiano aún a pesar que su confesión no es la Católica ni la Ortodoxa sino la “Apostólica Armenia”. Esa antigüedad le da fuerza en sus relaciones con otras confesiones cristianas. Existe también la Iglesia Católica Armenia que fue formada por la parte del clero que no quería el cisma con la Santa Sede.

En general Armenia es el país de las iglesias y los monasterios ya que los hay hasta aburrir repartidos por todo el territorio. La religiosidad Armenia tiene un muy importante ascendente en Siria, Jordania, Líbano, etc., baste ver por ejemplo que uno de los cuatro cuartos en que se dividió estratégicamente en su día Jerusalén, es el Cuarto Armenio, e igualmente pasa en Beirut, que tiene también su Armenian Quarter.

El águila, que nosotros en España ya tenemos felizmente casi olvidada, es todavía un símbolo muy común en todos los países.




Para conmemorar una brillante victoria histórica sobre los turcos, los armenios elevaron el complejo de Sardarapat, con dos estupendos toros alados guardando la entrada.







El lago más notable de Armenia es el lago Seván, que constituye el lugar de veraneo preferido de los habitantes de Yerevan que buscan una temperatura un poco menos calurosa. No obstante la ciudad de Seván en sí es fea, llena de bloques de apartamentos antiguos y de agujeros en el asfalto de sus calles. La atracción es el lago que ocupa una gran extensión de éste pequeño país. A lo largo del mismo hay unas cuantas iglesias como Sevanavank, la más famosa que está a pie de lago.




Todavía en Armenia, al pasar por aquí tuve la sensación de estar dentro de un salvapantallas del Windows. ¿No?




Me dirigí a la frontera con Georgia para entrar en ella por segunda vez, y pude pasar ambas aduanas sin demasiadas dificultades y dirigirme ya casi oscureciendo hacia Tiblisi, la capital de Georgia.


Madre Georgia



“Tiflis” es una ciudad construida alrededor del río y apoyada en una colina, pero lo cierto es que al revés que Yerevan no respondió a lo que yo esperaba de ella. Llegué ya oscureciendo y las calles, la falta de gente paseando, la carencia de hoteles y el ambiente en general no me ofrecieron mucha confianza. Los precios de los hoteles no eran en absoluto lo baratos que yo quería, y encima el guardia del hotel quería que le pagara por vigilar la moto aparcada en la acera diciéndome que con la cadena, el candado de disco y la alarma no era suficiente porque “aquello era Georgia”, que la decisión era mía y que “allá yo mismo con mi organismo” ... (¡Glups!) A pesar de imaginarme a cuatro fornidos georgianos cargando la moto en una furgoneta dándole una propina al vigilante por mirar a otra parte, yo le dije que si me la robaban pues que ya iría a la Policía por la mañana, pero con dos bultos en la garganta no pagué un céntimo ni a éste ni a ningún otro pseudo-vigilante de los que me lo pidieron a lo largo del viaje (y fueron muchos ...).

Di una pequeña vuelta de reconocimiento para buscar una oficina de cambio de divisas, ya que el hotel no quería cobrar en Euros ni Dólares, pero aquella ciudad de noche no se me mostraba agradable, (no tenía buen karma para entendernos). Desgraciadamente unas semanas después de mi paso la actual guerra con Rusia por Osetia del Sur y Abjacia me ha clarificado mucho aquella extraña sensación de peligro en mi que me hizo refugiarme toda la noche en la habitación del hotel sin ni siquiera salir a cenar, esperando que la luz de la mañana lo hiciera todo más agradable y seguro.

La moto durmió en la acera, a unos metros de la puerta del hotel (Hotel Lile), y yo aproveché para hacer otra colada.




DIA 8: “Azerbaiján, sobornos, multas y Vodka”. Tiblisi - GANJA (AZERBAIJAN) - YEVLAX. 350 Kms.







Efectivamente, cuando el día llega y has descansado las cosas se ven mucho más claras. La moto seguía donde la dejé y me dispuse sin más a visitar Tiblisi. Desde la mayoría de la ciudad se pueden ver dos cosas, a un lado del río (Kura o Mtkvari) las ruinas del Castillo de Narikala que tiene hoy día una iglesia dentro, y al otro lado de la ciudad se ve la silueta de la nueva Catedral de Sameba.

Ésta última es realmente bonita arquitectónicamente hablando, y se ha emplazado en un bello espacio con jardines y bancos para pasear y relajarse.






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La plaza principal de Tiblisi, Freedom square, donde está el Ayuntamiento y la columna de San Jorge, seguro que la habéis visto estos días por los noticiarios llena de gente protestando por el bombardeo y la invasión rusa.




Madre Georgia de nuevo.




Tiflis desde el Castillo




Los georgianos son religiosos devotos, al menos por la mañana. Cada vez que pasan por delante de una iglesia, si circulan en coche reducen la velocidad y se santiguan, o si van a pie se arrodillan y se santiguan, y eso lo hacen también cuando ven a lo lejos la silueta de la catedral de Sameba, incluso desde el otro lado del río.

Iglesia de Qashueti.




Escultura de la musa delante del Philarmonic Concert Hall



Estación de Metro en Rustaveli Av.





Edificio Kinos Saxli en Rustaveli Square




La subida del castillo de Narikala es muy empinada hasta para la moto que levanta rueda sin querer, pero arriba la vista de Tiblisi vale la pena.




No es muy corriente que en un país se preocupen por informarte de la distancia exacta a las capitales vecinas, señal inequívoca que tiene buen rollo con ambas y a pesar de que entre ellas no tengan relaciones diplomáticas debido a la guerra de Nagorno Karaback




La frontera con Azerbaiján está bastante cerca de Tiblisi, o sea que no tardé mucho en llegar hasta la conocida como Red Bridge (puente rojo). Pensando un poco me doy cuenta de que muchísimas fronteras están establecidas en puentes sobre los ríos, seguro que porque dichos ríos son una manera fácil de delimitar los mapas entre los países.



(OJO LADRILLO)

La salida de Georgia fue problemática. Primero el sistema informático se había desplomado. Una hora de espera. Y luego resultó que con mi pasaporte había un problema administrativo ya que aquella frontera de salida rural de barracones de Ninotsminda algo había hecho mal (supongo que al no tener ordenador ...) y tuvieron que hacerse mil comprobaciones telefónicas para dejarme salir del país esta segunda vez. Total: otra hora perdida, y ya van dos.

Por fin llego ilusionado a la frontera con Azerbaiján donde para mi empezaba lo realmente exótico. El famoso Red Bridge (que pude ver a izquierda) ya no se pasa, y la frontera está en una especie de cuchitril rodeado de vegetación y pájaros chillando, lleno de guardas muy jóvenes vestidos de militar con sus armas en posición, lo que le da al sitio un marcado ambiente de república bananera para nada tranquilizador.

Entonces resulta que el oficial encargado del control se ha ido a comer (media hora más de espera), y me toca hacer cola al sol y enfrente de las letrinas que puedo asegurar que apestaban sin necesidad de entrar en ellas. Tuve que ganarme el puesto a codazos cuando me tocó el turno y encima resulta que el tío, que te hace entrar a la oficina y cerrar la puerta (mal presagio que invita a sobornos), no hablaba ni gota de nada que no fuera azerí y rusky. A pesar que yo tenía el visado conseguido en la embajada en Madrid, el individuo uniformado decía (o me intentaba decir según lo poco que yo entendía) que tenía que pagar un visado de tránsito sólo para tres días. Cuando protesté, el oficial me invitó con cajas destempladas a salir otra vez a la cola de los codazos a reflexionar. Sin salir volví a intentar razonar pero sin que nadie te entienda todo es muy difícil. Yo tenía pensado estar el Azerbaiján un máximo de tres días, y el visado éste me servía para cuatro (uno más tres), o sea que eso no era demasiado problema si la moto no cascaba, pero yo le preguntaba sin respuesta que por qué no valía el visado de mi pasaporte que me extendieron en Madrid. Al final pagué los 90 dólares del visado de tránsito y me fui a la próxima oficina, conseguí el próximo sello y me dispuse a salir. Los soldados que te recogen el pasaporte o que te lo controlan, que hay varios, me pedían 10 dólares (soborno, propina o lo que sea) lo que sí que recuerdo es que como estaba cabreado me negué a pagar nada a nadie más y salió bien porque, aunque a regañadientes, finalmente me dejaron pasar y entrar ya en Azerbaiján.

Al cabo de varios días, reflexionando sobre lo sucedido en la frontera me entró la duda de si aquello que el oficial me exigía no era el visado para mi, sino para la moto, es decir si el visado de tránsito que me hicieron en realidad era para no pagar impuesto de importación por el vehículo, y por tanto, si tal vez me lo hubiera ahorrado si le hubiera mostrado al hombre el Carnet de Passage que en ningún caso él me pidió y que en principio no está requerido, ya que Azerbaiján no está en la lista de los países que lo exige.

Hoy día creo que esa fue probablemente otra cantada de inexperto, y en todas las demás fronteras lo primero que ya enseñaba era el Carnet de Passage me lo pidieran o no. Pero aquel primer día en un sitio que nadie te entiende, tras un día largo de esperas al sol todo sudado, después de pelearte a codazos en la cola, y con la incertidumbre de poder entrar en el país o tener que darme una vuelta de muchos cientos de kilómetros para llegar a Irán por Turquía, en ese momento no tuve probablemente la lucidez o la sangre fría necesaria para torearme al oficial de aduanas. En cualquier caso la suerte es que no tuve que pagar ninguna tasa de entrada más, ni tampoco ningún seguro para la moto (que tal vez estaba, ¡vete tú a saber!, ya incluido en el precio del visado de tránsito, que era un papel que firmé pero que era ininteligible para mi).

Total que entro a Azerbaiján, con mal pie, pero entro. Y la cosa seguiría por mal camino. A unos 20 kms de la frontera, pensando todavía en los nervios de lo sucedido, me para una patrulla de tráfico (que en un país claramente rural van en un BMW de la serie 3 moderna, ¡no te lo pierdas¡). Me dicen que hay un límite de 70 en plena recta y que yo circulaba a 80 y algo, creo recordar, y que me van a crujir 100 dólares de multa (dicho así, directamente en moneda USA es una clara invitación al soborno). Y yo que no puede ser, que mi GPS me indica que no he pasado de 68 (mentira cochina...), que debe de estar equivocado, que me enseñen el ticket, justificante o lo que sea. El poli estaba armado únicamente con un medidor manual, y me hace la demostración de cómo funciona con otro coche que pasa por ahí. Y yo que le digo que soy turista y que no conozco la zona, que tenga compasión. Y él que afloje la pasta. Y yo que saco 10 euros y le digo que no tengo más. Y él que hace cálculos y dice que con eso no vamos a ningún lado. Y yo que saco 10 euros más y le digo que esa es mi cena, que me quedaré sin comer pero que con esos 20 euros en negro hay que arreglar el tema. Y los dos policías que consultan, hacen números, y al final resuelven que soy un pobre matao y deciden aceptar el soborno de 20 euros.

Cuando el tema ya está arreglado el notas me dice que ellos también van en BMW como yo, y me insinúa a ver si le dejo probar la moto. ¡No te fastidia el robocop! Escurro el bulto como puedo y desaparezco del sitio como alma que lleva el diablo.

En resumen, entre el visado y la multa me han volado unos 80 euros imprevistos, estoy que trino y enfadado conmigo mismo, y hoy por pardillo no me merezco cenar ni dormir en un hotel, habrá que tirar de la comida que llevo en las alforjas y buscarme la vida por la noche....

¿No querías caldo? ¡Pues toma dos tazas! Al cabo de un rato me vuelve a parar otra patrulla, pero cuando vieron la matrícula, y como el hombre no hablaba nada en cristiano me dejó escapar. Uff!

Entré al fin en Ganja (Gyandzha, Ganca, Kirovabad o Elisavetspol, a escoger el nombre que más guste …) y me encontré con una ciudad agradable (capital cultural azerí), con parques, fuentes, gente paseando, y una oficina de cambio de divisas. Además me topo con dos jóvenes estudiantes que no sólo me ayudan a encontrar un cibercafé, sino que incluso me acompañan a él y me hacen un poco de traductores. Y al salir de allí entablo conversación con otro joven guitarrista también muy amable, que en un inglés muy correcto me dice que sueña con visitar el estadio del Barça, y que me indica los hoteles de la ciudad y también me acompaña para encontrarlos.

Ayuntamiento azerí de Ganja.




Juma mosque (Shah Abbas) y al lado están unos antiguos baños.




No obstante los precios de los hoteles son caros y hoy no estoy para más gastos. Total que sigo tirando hacia el Este y algo ya saldrá...

Saliendo casi de la ciudad está el monumento al poeta Nizami, el más importante del país.




Estoy ya llegando a las afueras de Yevlax y empieza a oscurecer cuando de pronto al lado de la carretera veo una casita y varias personas sentadas en una mesa bajo unos árboles. Freno la nave estelar unos metros más adelante, reflexiono, y me autoimpongo la obligación de intentar confraternizar por fin con la población autóctona a ver si me ahorro hoy el hotel, pues hace días que no encuentro ningún sitio para acampar.

Retrocedo y me meto en un caminito hasta llegar a la casa que había visto, y donde encuentro a dos hombres que podrían ser nieto y abuelo. Tras el Salam Maleikum de rigor dibujo una tienda de campaña y les pido a ver si me dejan plantar mi tienda en su jardín. Me dicen que sí. Sale otro hombre de la casa, de mediana edad, y entablamos conversación como podemos, con gestos, dibujos, etc. Resulta que son taxistas y que no son azerbaijanos sino turcos, es decir que ellos allí son inmigrantes. Los taxistas flipan con el GPS. Si hubieran visto un navegador con indicadores de giro seguro que se desmayan allí mismo.




Como no había comido casi nada en todo el día, al rato yo les ofrezco las cosas que llevo en las alforjas que no fueran derivadas del cerdo, galletas, atún, mermelada, frutos secos, etc. Ellos educadamente me dicen que guarde eso y enseguida me sale uno (que había estado cocinando) con una bandeja con la cena, y me dice que la casa vieja que tienen es un antiguo restaurante. Total que me invitan a cenar mientras realmente los mosquitos se me están merendando a mi de forma tan salvaje que tuve que ponerme de nuevo la chaqueta. Para ambientar un poco la situación hay que decir que la única bebida que había para intentar hacer bajar la extraña cena pabajo (una especie de ensalada indefinible y una carne de procedencia desconocida y gusto dudoso) eran los vasos de vodka que nos empujamos al grito de “Nas Darobia” y que no paraban de llenarme cada vez.



Cuando les dije que iba a montar la tienda me dijeron que no, que estaba invitado a dormir dentro de la casa. Al ver esos mosquitos tan voraces pensé que no era tan mala idea ...

Sobre los tres vasos de vodka llega otro hombre y una chica poco agraciada (la verdad), y se pierden dentro de la casa. El anfitrión de mediana edad me insinúa que se han ido a fornicar, y creo que me dice algo así como que es una prostituta que él también se ha beneficiado. Después de unas risas y de unos vasos más, fui invitado a conocer a la dama en el sentido bíblico del término, es decir a yacer con ella, lo juro por las bujías de mi moto. Créanse todos que no es algo que me haya pasado nunca, pero ésta vez sucedió tal y como lo cuento. Pude rehusar elegantemente e intentar que tanto vodka no me nublara demasiado el juicio.


Cuando dije que quería ir a dormir, otra vez el mismo tipo me dice ahora que a ver si vamos él, yo y la muchacha pal catre (igual se creía que no me atrevía yo sólo con tanto cacho de hembra (por el volumen lo digo ...)). Viendo que el tema se complicaba, tuve que aclarar que yo ya estaba “cazado” y que en casa tenía dos churumbeles esperándome como aquellos pájaros de los documentales de la 2 que se desgañitan en el nido. Ya así me dejaron en paz, y el más joven me acompañó a asearme y luego a la que iba a ser mi habitación.

"Nas Darobia otra vez"






Una pareja encantadora...




Realmente la estancia daba literalmente asco, era lúgubre, con un jergón y la ropa de cama deshecha, probablemente caliente todavía del último revolcón de aquella profesional con alguno cualquiera de aquellos taxistas turcos ... Yo que no suelo tener manías, hubiera preferido claramente dormir en mi tienda y en mi saco, pero aun así (de perdidos al río …) me acosté e intenté pasar la noche. Fue en vano; en la madrugada dentro de la habitación apareció una chicharra o grillo gigante (de unos 10 cms) que no paraba de cantar (cri-cri, cri-cri, cri-cri, de manera exponencial). Lo encontré y lo expulsé, pero ya me rompió el sueño porque el agujero del techo por el que había entrado quedó igual de abierto.

La moto durmió en la puerta de la casa.

Yevlax Hilton:
Estado de la cama tal y como la encontré yo.






1 comentario:

Sarkis B.M. dijo...

Me parece muy interesante el viaje que has echo, andaba buscando iglesias de armenia y he encontrado tu blog, ojala pudiese hacer un viaje como el tuyo, pero no seria algo caro?