miércoles, 10 de septiembre de 2008

Diario de Viaje 11: Bulgaria, Rumanía y Moldavia


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DIA 32: “Atravesando los Balcanes Búlgaros y Rumanos” Grecia - SVILENGRAD (BULGARIA) - NOVA ZAGORA - VELIKO TARNOVO - RUSE - BUCURESTI (RUMANIA). 500 kms.



Al amanecer recogí el saco y llegué hasta la frontera Búlgara, donde no tuve ningún contratiempo.

A partir de ahora me disponía a hacer algo muy inusual en mí: un completo cambio de planes. Durante el viaje había tenido suerte con mi absoluta e inesperada falta de lesiones o de molestias (llevaba el botiquín a reventar de pastillas…). Había tenido suerte también con la carencia absoluta de problemas en la moto (llevaba las maletas llenas de herramientas). Y por fin había sido lo suficientemente disciplinado durante un mes para levantarme casi siempre entre las 4 y las 6 de la mañana. Con todo ello había acumulado tres días de ventaja sobre mi plan inicial. Así pues, en vez de volver ya hacia casa con todos los objetivos cumplidos quise jugar una “extra-ball”, calculé sobre el mapa y decidí añadir unos 2.000 kms más a la Odisea para atravesar Bulgaria, Rumanía y visitar dos países que me faltaban todavía: Moldavia y Ucrania, y volviendo luego por Hungría. Sabía que si no lo hacía así ahora, tarde o temprano acabaría volviendo por allí para acabar lo que me dejé.

No tenía mapas detallados de los países, ni de las ciudades, ni siquiera una lista de sitios o cosas que ver, ni de hoteles, ni hostales, nada; sólo un triste mapa general de Europa con las principales autovías y autopistas y, eso sí, mi amigo inseparable el GPS.

Me dispuse a atravesar Bulgaria de Sur a Norte, algo que no iba a ser sencillo pues los carteles en idioma cirílico y las carreteras de segundo orden eran una promesa clara de aventuras.

Entré en Svilengrado sin moneda búlgara y encontré una gasolinera donde a pesar de no tener pago con tarjeta me dejaron usar los Euros, aún perdiendo claramente en el cambio. Al menos el depósito ya estaba lleno. Intenté seguir el GPS en dirección Norte, hacia Ruse, en la frontera con Rumanía. Al cabo de media hora ya andaba totalmente perdido y tuve que desandar el camino un buen trecho. Entre pitos y flautas pasaron las horas deambulando por pueblos, y ciudades del interior de Bulgaria, por grandes fábricas humeantes que hacían el cambio de turno con miles de trabajadores, por aldeas rurales y perros que salían a mi paso hasta llegar a Nova Zagora, ciudad que me pareció bastante industrial y falta de interés.

Después se encuentra un lago ideal para una acampada, y se sigue hacia Ruse (Pyce en cirílico).



Una carretera cortada me obligó a hacer unos 40 kms de más hacia el Oeste, y ya con el rumbo recuperado atravesé la cordillera de los Balcanes, realmente espesa y frondosa, por una carretera de montaña en la que los enormes camiones T.I.R. se acumulaban en las curvas intentando girar sus monstruos y seguir ascendiendo los puertos de montaña.



Al final de la cordillera se llega hasta la ciudad de Veliko Tarnovo, la antigua capital de Bulgaria. Estuve un buen rato paseando por la parte vieja de la ciudad, bastante agradable.

Plaza madre Bulgaria.





A la fuerza ahorcan…



Aquí en estas latitudes también se estila el cartón-piedra-police-car.



Yo y mi circunstancia.



Conseguí llegar hasta Ruse y poner gasolina en una gasolinera BP (aquí en Europa Occidental me da exactamente lo mismo, pero más allá de la CEE las gasolineras BP son homogéneas en todo el mundo, los servicios son correctos y limpios, hay varios encargados y, sobretodo, se puede pagar siempre con la tarjeta Visa). Luego a la frontera búlgara primero, y rumana después. Ninguna complicación fronteriza.

Ya en Rumanía me planto enseguida en Bucarest, y a pesar de no llevar planos me acuerdo bastante de la última vez que estuve aquí hace menos de un año con el Komando Rumanía en un Cuco-Tour ATCE (crónica aquí: http://atce.mforos.com/613330/6395278-apuntes-expedicion-aerotransportada-a-rumania/)
Así pues encuentro el edificio de la Casa del Pueblo (Palatul Parlamentului) obra de Nicolae Ceaucescu y segundo edificio más grande del mundo tras el Pentágono.



Más tarde encontré de memoria el céntrico hostal en el Bulevardul Regina Elisabeta, pero al estar lleno la chica muy amable me reservó telefónicamente plaza en otro un poco más apartado pero muy correcto, y con patio trasero para dejar la moto por la noche (Friends Hostel).

Una ducha y un rato de internet más tarde, salgo a visitar de nuevo Bucarest, ésta vez de día, en verano y con la moto.

¿La casa de la familia Monster?



Piata Romana.



Teatro Nacional de Bucarest y Hotel Intercontinental.



CEC (Casa de Economii si Consemnatiuni).



Casa Armatei (Cercul Militar Nacional).



Piata Universitati



Piata y Bulevardul Uniri.



Luego una cenita y al hostal, donde vía internet aproveché para reservar alojamiento en Kiev, y a dormir con la moto cerrada en el patio interior.
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DIA 33: “Moldavia y Transnistria, el día que pasé realmente miedo”. Bucuresti - CHISINAU (MOLDAVIA) - TIRASPOL (TRANSNISTRIA) - ODESA (UCRANIA). 650 kms.



Circular por carreteras rumanas no tiene una especial complicación ya que el alfabeto occidental y el idioma de raíz románica hace fácil entender todas las indicaciones. Así me dirigí hacia el Noreste y los paisajes cada vez eran más rurales y la circulación de vehículos era más escasa, no así en cambio la de caballos y carros tirados por ellos que es el transporte más extendido aquí.





Llegué a la frontera rumana y la pasé sin problemas (país U.E. (Unión Europea)), y luego a la moldava que preveía más difícil pero que en realidad estaba muy bien organizada y no me pusieron pega ninguna. Así pues al rato… ¡ya estoy en Moldavia!

Los primeros kilómetros por Moldavia son espectaculares. La carretera está en muy buen estado y el paisaje es definitivamente rural. Las aldeas, los campos labrados, los ríos, las extensiones de girasoles, todo me pareció realmente bonito (viniendo claro de hacerme tropecientos mil kilómetros por los desiertos árabes…)















Llegado a un punto casi desaparece todo, ya que se hacen muchísimos (pero muchísimos) kilómetros de carretera siempre flanqueada por interminables filas de árboles. Sólo ves la carretera, los árboles y el cielo precioso. Tal que así.



Con algunas excepciones.





Entre arbolitos y escenas pastoriles llegué hasta la capital de Moldavia, Chisinau.



La moto también llegó.



Chisinau es una capital europea no demasiado grande, bastante geométrica cuanto a planificación urbanística (en parte basada en grandes avenidas soviéticas) y con pocas elevaciones del terreno, de manera que circular por ella es bastante desahogado a pesar del tráfico.

El problema es el lenguaje. Yo creía sinceramente que Moldavia venía a ser como una parte en pequeño de Rumanía, pero la cosa no es así en absoluto. Tal vez sí oficialmente el moldavo es lengua romance idéntica al rumano, pero está claro que la gente al menos a mi me hablaban en lengua eslava (ucraniano supongo, ya que los pocos extranjeros que pasan por aquí son de allí).

En centro de la ciudad se articula en torno a la Avenida Stephan Cel Mare (Esteban el grande).

Teatrul National Mihail Eminescu.



Al lado del teatro nacional hay un pequeño parque con un agradable mercado callejero.



Venta de chucherías soviéticas.



Partida de ajedrez a 8.



Matrioskas.



Ayuntamiento en la calle Stephan Cel Mare



Arco de triunfo (victoria rusa sobre los turcos), delante del edificio del gobierno moldavo (casa gubernamental).



Catedral ortodoxa de la Natividad (Clopotnita). La rubia, y muchas como ella, forman parte del agradable paisaje urbano.



Torre de la campana (Soborul), también en el Stefal Cel Mare Central Park.



Interior de la catedral de rica decoración ortodoxa. Pude observar que los fieles eran muy devotos.









Mercado central (Piata Centrala). Dentro hay una especie de buffet para comer de pie los productos del propio mercado.



Entrada del mercado.



Iglesia ortodoxa de todos los santos (Ciuflea).



Estatua erigida delante de la academia de las ciencias, y al fondo el Hotel Chisinau.



Después de unas horas de patearme la ciudad y de conectarme en el único cíber de la ciudad (Galerías Sun City), empecé sin saberlo lo que iba a ser para mi una Aventura con mayúsculas, intentar llegar hasta Odesa, en Ucrania.

(OJO, LADRILLO CONSIDERABLE...)

La parte Este de Moldavia ya no tiene aquel carácter rural y bucólico del Noroeste, pero yo iba circulando sin problemas en dirección Tiraspol, que según mi mapa era la carretera que debía seguir.

En determinado momento la carretera tiene una barrera y hay un control policial. Me hacen salir de la fila, entrar en la garita y empieza el calvario…

En primer lugar los policías después de comprobar el pasaporte me dicen (en moldavo) que hay un problema con las luces antinieblas de la moto, que en Moldavia están prohibidas y que me van a abrir “un procedimiento verbal” (es decir que van a multar). Les digo que en la frontera de entrada nada me advirtieron y que si hace falta las desmonto allá mismo. Me dicen que sí que las voy a desmontar, pero que se las van a quedar ellos allí y la multa la pago igual.

En segundo lugar resulta que aquella barrera es ni más ni menos que una frontera, en concreto una frontera entre Moldavia y la República Socialista Soviética Moldava de Transnistria (PMR). Yo ya había leído algo de una porción de Moldavia independizada (como Abjacia en Georgia), pero creía que se trataba de cuatro matados controlando alguna cordillera apartada. Pues resulta que de matados nada oiga, que Transnistria controla ni más ni menos que la carretera que une Moldavia y Ucrania, que tienen montada una frontera en toda regla y que sus ingresos deben ser los del impuesto revolucionario que más abajo explicaré.

Total que me encuentro en la boca del lobo. Le digo al poli que si ya estoy físicamente saliendo de Moldavia entonces que se olvide del tema de los antinieblas que esta no es forma de tratar a un turista, pero el tío erre que erre con el “procedimiento verbal” y con dejar los antinieblas ahí. Protesté porque algunos coches llevaban antinieblas y no eran parados por ello, pero no me hicieron puñetero caso, y ahí ya me di cuenta que lo que querían era sablearme. Puestos en éste plan ya no tardó mucho más en surgir una solución “alternativa” que me permitiera salir de Modavia al fin y hacerlo con la moto entera. Pregunté y me dijeron que en Transnistria no había ningún problema, sólo en Moldavia. En definitiva, que me exigieron un soborno de 20 euros y la promesa de no volver a circular por Moldavia, y así se solucionó éste primer tema.

Total que salgo de Moldavia y enfilo hacia Transnistria. Los del otro lado, que están a escasos 15 metros, ya me esperaban hacía rato…

En la primera garita me salen al paso los militares con los fusiles en ristre, me dan el alto y me hacen pasar adentro, y un oficial en aceptable inglés me dice que tenemos un problema pues quiero entrar a su país sin tener ningún visado (¡no te fastidia el notas, como voy a tener visado si no hay embajadas en ningún país!), y que tendré que darme la vuelta otra vez a Moldavia e ir hacia Odessa mediante un rodeo de más de quinientos kilómetros hacia el Norte. Yo me doy cuenta que es imposible volver a Moldavia porque el policía moldavo al que acabo de sobornar seguro que ahora ya no me deja entrar sin quedarse mis antinieblas (que te apuestas a que están compinchados …). El oficial me explica el tema de Transnistria, y al final me dice que si “colaboro con la causa” tal vez podamos arreglarlo. O sea que se adjunta 10 euros más de soborno y me deja entrar propiamente en la frontera sin visado. Luego me di cuenta que éste sí que me había timado porque resulta que los visados en realidad se expedían en la oficina que había más adelante…

Llego a la oficina de control de documentos y delante de mí hay unos chicos de Londres que vienen de hacer el Rallie Transmongolia con un pequeño coche. Entablamos conversación y lo que a mi me han hecho los moldavos con los antinieblas, a ellos se lo han hecho con los walkie-talkies. Nos queda claro que al no ser una frontera oficial aquello es un nido de ratas que viven de los sobornos inventando prohibiciones injustificadas.

Pero está igual de claro que salimos de Málaga para meternos en Malagón, ya que los ladrones de la oficina transnistria nos piden a cada uno 25 euros para darnos un visado de tránsito superespecial solamente para una hora, es decir para cruzar los 70 kms del país y llegar directamente hasta la frontera ucraniana. ¡Lo nunca visto!

De perdidos al río: pago el impuesto revolucionario éste y me dan unos formularios de entrada al país para llenar en el siguiente y último paso: la aduana.

Éste es un tema delicado. En algunos países hay que llenar un formulario de declaración de los bienes que entras en su territorio. En teoría hay que declarar los bienes de valor, incluyendo el material electrónico (teléfonos, cámaras de vídeo, de fotos, gps, emisoras, etc), hay que declarar las armas, y también la cantidad exacta de dinero que se lleva, incluso especificando en éste caso cuánto se lleva en cada distinta moneda. En otros países uno pone una cantidad genérica de dinero y no declara nada al entender que lo que se lleva no tiene un valor elevado. Al principio hice lo normal, declarar que no llevaba armas, nada de especial valor y el poco dinero que me quedaba ya en una de las carteras (en éstos viajes raros llevo siempre otra de recambio con algo de dinero y tarjetas viejas para casos de atraco, aunque por suerte nunca la he usado).

¿Pero que tenía que hacer yo en éste caso? Las circunstancias eran las siguientes:

1- Los chicos ingleses que me precedían estaban a un lado de la aduana siendo registrados concienzudamente. Todas las puertas del vehículo, el maletero y el capó abiertos. Todas las maletas con el contenido desperdigado por el asfalto, y los tres chicos casi en calzoncillos con el contenido de sus bolsillos vaciado también en el suelo mientras el aduanero lo rastreaba todo como un sabueso. Pude hablar con ellos y me confirmaron que tenían un problema porque el registrador había encontrado en una de las fundas de una cámara algo de dinero (poco). La situación era muy tensa y la falta de idiomas del aduanero, que gritaba más que hablaba, no ayudaba en absoluto.

2- Yo llevaba escondido (sobretodo en mis bolsillos de la chaqueta) lo siguiente: cámara de video, cámara de fotos, disco duro reproductor/gravador y encima el GPS que seguro que es ilegal meterlo en el país.

En la riñonera escondida en mis ingles llevaba una cantidad de dinero respetable que no tenía intención de declarar viendo la panda de ladrones organizados que había por ahí.

Y escondido en la moto quedaba todavía la vieja PDA fundida y una daga de regalo que compre en Petra, es decir, un arma blanca.

Queda claro que un registro con la mitad de ganas del de los londinenses me iba a dejar con el culo al aire. ¿Y entonces que? Si me descubrían todo el material no declarado estaría tal vez cometiendo contrabando, y si me metían en la cárcel en el único país soviético que queda en el mundo y sin relaciones diplomáticas ya me podía dar por jodido (y en todos los significados de la palabra). Muchísimas imágenes de películas del James Bond o de Misión Imposible en las duras cárceles soviéticas me asaltaban incesantemente…

Pero si declaraba el dinero oculto seguro que algo inventarían para quedarse una buena tajada (ahora en la aduana o dentro de un rato cualquier paramilitar que me robe dentro del país), y si declaraba el material electrónico, especialmente el GPS, ya me podía despedir de él. Lo único que hice mientras no me miraban fue unificar mis dos carteras y añadir a la declaración algo más de moneda (algunos euros, dólares y otras monedas diferentes que tenía del viaje). Además, aprovechando que estábamos cerca de una valla, me quité la chaqueta y el casco y los dejé tirados al lado de la valla, lejos de la moto, despreocupándome como si no contuvieran nada de valor, esperando que si había un registro personal el hombre al menos se olvidara de ella y la discusión fuera sólo por el dinero que llevaba en la entrepierna.

Los minutos pasaban y el tema de los londinenses no se movía ni para atrás ni para adelante y yo sudando de nervios esperando mi turno como los animales resignados entrando al matadero. Además, claro está, durante todo ese rato ya estaba corriendo el ultimátum del visado de una hora para hacer los 70 kilómetros hasta la frontera ucraniana. (!). Creo que perdí varios kilos en ese rato tan angustioso…

Al final, el sabueso soviético deja un rato de olisquear a los londinenses, se acerca a mí y me pide el formulario de declaración firmado. Ahora la apuesta está hecha y ya no hay tiempo ni ocasión de modificar nada, como dirían en la ruleta del casino: “ne va plus”. Seguidamente me hace abrir varias maletas. El tufo de la ropa de un mes de viaje y los restos de galletas ya hechos migajas ayudó a que no fuera demasiado concienzudo. Luego se centró en el dinero, parece que le hizo gracia que yo hubiera apuntado la cantidad de todas las distintas monedas nacionales aunque fuera poco monto. Además le enseñé la cartera abierta para que viera con sus propios ojos exactamente lo que había declarado. Le dije que antes llevaba más dinero pero que lo había tenido que pagar en las oficinas y en la garita. Pasaron unos segundos de reflexión que se me hicieron eternos … y al final el hombre (que ya tenía faena para rato con los pobres londinenses) me lleva a la intimidad de su garita y me dice que si le hago un “present”, entonces “no problemo”. Me faltó tiempo para meter mano a la cartera y alargarle 5 euros disculpándome por no poderle dar más porque necesitaba pagar el hotel, y el tipo los cogió, se dio la vuelta y se fue de nuevo a morder a los londinenses que ya habían perdido la mitad del tiempo que tenían para cruzar el país. Uffffffffff!!!


Cuando el tipo no me veía me fui a la valla, recogí la chaqueta y el casco, me subí en la moto y tiré palante con la firme decisión de que si no me disparaban yo ya no iba ni a mirar atrás. No me dispararon, y al momento estaba circulando por Transnistria con un acojone del quince.

A cada par de kilómetros había una patrulla o del ejército soviético, o de la milicia Transnistria, o de la policia de Tiraspol, todos ellos fuertemente armados, y yo andaba intentando no perderme circulando sin el GPS, ya que no tenía ninguna intención de que me lo requisaran al primer control. El tiempo corría en mi contra para llegar a la frontera ucraniana dentro del tiempo del mini-visado, pero no era una carretera sino que después de cruzar un puente sobre el enorme río Dniester (trans-dniester = Transnistria), enseguida se convierte en una travesía urbana por las calles de Tiraspol, la última capital soviética, y seguro que si pasas de 30 kms/h te crujen. Y el tiempo pasa deprisa, tic-tac, tic-tac, tic-tac…. Pero yo no estaba dispuesto a correr para que me pararan enseguida. Aquellos controles militares me daban mucho miedo y estaba seguro que iban a extorsionarme si tenían la mínima ocasión. Me metí detrás de una furgoneta grande de manera que cuando los controles se apercibían ya no les daba tiempo a decidir pararme, y el truco funcionó, pues así pasé sobretodo el primer tramo del país.

No se si me ayudó o me perjudicó que esa misma tarde en el estadio nacional de Tiraspol (la carretera pasa justo al lado), se jugaba un partido internacional de fútbol. El equipo local es el FC Sheriff Tiraspol, y ésta compañía (Sheriff), es la dueña de todo, almacenes, gasolineras, etc., y por lo que he sabido ahora es propiedad de la familia del Presidente del país, no te digo más. Ese partido significó creo yo más controles de los normales, pero en cambio ocasionó un tráfico ese día y a esa hora que me permitió pasar tal vez más desapercibido entre todos los hinchas.

Lo cierto es que sufriendo por no llegar demasiado tarde a la frontera pasé por la capital casi de puntillas.

Monumento conmemorativo en su día de los 17 años de independencia.



Parque Municipal Tiraspol.



Después de Tiraspol el nivel de controles bajó considerablemente y sin muchos problemas llegué a la frontera de salida, algo tarde inevitablemente, pero llegué.

En la frontera me abren las maletas sin demasiado afán, y al revisar mis papeles me hacen ir a la oficina porque hay un “grossen problem”, ya empezamos con el mamoneo… Me dice el individuo que me falta un papel sellado que deberían de habérmelo hecho en la entrada. Me indica con el mapa en la mano que tengo que darme la vuelta y volver para que me lo hagan. ¡Tierra trágame! ¡Había conseguido llegar a 200 metros de la frontera ucraniana y el notas me quiere echar patrás donde todavía deben estar los londinenses suplicando en calzoncillos! Mientras hacía como que buscaba el dichoso papel por unos instantes pensé incluso en arrancar la moto y escapar llegando hasta la frontera ucraniana (ya que no había barreras entre ellas) y pedir asilo político o lo que fuera….

Óbviamente no lo hice, y seguí discutiendo con el último chupóptero soviético que me separaba de la libertad en aquel país-mazmorra. Como pasa siempre, el “grossen problem” se solucionó con dinero, concretamente el equivalente a unos 6 euros y así pude abandonar el país de pesadilla.

Bien pues ahora ya, a toro pasado, y para el que quiera más información de éste pseudo-país de nombre de cómic, allá van unos datos:

- La moneda es el rublo transnistrio, y yo no cambié ni un cópec.
- Se habla el ruso, el ucraniano y el moldavo, pero obligatoriamente escrito en cirílico, no en romance (se cerraron escuelas para asegurarse de esto).
- La bandera así como todos sus monumentos está plagada de símbolos soviéticos.




- En este país está establecido el que fuera el 14 ejército ruso, y alberga el mayor arsenal de armas de Europa.
- La economía se basa en el contrabando en la frontera ucraniana y en el tráfico de las armas que construyen en sus fábricas y las que quedaron sin control en sus arsenales cuando se desmoronó la Unión Soviética.
- Existe todavía el Soviet Supremo, la seguridad interior está atribuida al KGB (sí, sí, he dicho KGB), y su responsable está reclamado por asesinato por la Interpol.
Soviet Supremo y estatua de Lenin.



Más información:
Aquí una página bastante completa:
http://fronterasblog.wordpress.com/2008/01/09/lugares-que-no-existen-transnistria/

Aquí la Wikipedia en inglés (la versión castellana es mucho menor):
http://en.wikipedia.org/wiki/Transnistria

Aquí una página con un largo documental en video llamado “Transmistria, el agujero negro de Europa.” http://transnistria.blogspot.com/

Y aquí lo que queda de un blog de un trabajador de una embajada española (creo que Bucarest), que aún yendo varios, con pasaporte diplomático y hablando rumano y moldavo tampoco lo pasó nada bien …
http://banyuken.es/2006/08/10/odisea-en-transnistria-y-cuarta-parte/


Por lo que a mi respecta considero que en mis circunstancias tuve algo de suerte puesto que a día de hoy éste es el único de los más de 50 países que he visitado al que no quiero volver.

Al llegar por fin a la frontera ucraniana en la oficina un cartel pone en varios idiomas que el soborno es un delito tanto para el que lo ofrece como para el que lo recibe. Así se hacen las cosas, ¡sí señor!

Anocheció ya saliendo de la frontera, pero a pesar de los carteles en alfabeto cirílico llegué sin novedad hasta Odessa, el mayor puerto de todo el Mar Negro.

No encontré cámping ni hotel barato, pero sí las escaleras Potemkim, uno de los iconos de Odessa. Allí dejé la moto y una vez ya en la parte de arriba busqué hotel preguntando a alguna de las macizas ucranianas que abundaban mega-fashion en restaurantes y terrazas súper elegantes, mientras que yo con el vestido sucio y sudado de motero me sentía realmente el último paria de la tierra.

Este el Prymorski Bulevard con los árboles iluminados de colores.



Que haya varias ucranianas en la foto vuelve a ser pura casualidad…



Mientras camino embobado por las ucranianas a mi lado escucho hablar catalán por primera vez en un mes (a recordar que perdí el móvil el cuarto día y sólo me he comunicado por Internet). Eran dos chicos de Vic que llevaban ya unos días en Ucrania. Fueron ellos quien me comentaron que conocían un hotel muy famoso pero muy cutre cerca de allí, el Passage.
Ya a tiro fijo me planto en el hotel y me quedo con la habitación más barata que haya, aunque no tiene baño propio. Luego voy a buscar la moto y la aparco cerca del hotel, que no en misma acera, ya que los porteros querían cobrarme por el parking en su acera. ¡Otros listos! Me dijeron que aquello era Ucrania y que yo mismo… pero después de las noches similares pasadas en Tbilisi, Amman o Alepo no iba ahora a volverme tiquis-miquis.

La habitación era para salir llorando, pero en caso de guerra todo agujero es trinchera y la diferencia me da para medio depósito de combustible. Baste decir que ante la sorpresa de no haber baño ni siquiera comunitario en el pasillo, una papelera con una bolsa de plástico acabó convirtiéndose en un improvisado retrete… (asqueroso y escatológico, ya lo sé, pero útil y operativo al fin y al cabo).

Parte de la habitación destinada a aseo ... pero sin agua.

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente relato. Un servidor también estuvo en Transnistria (ver blog de Banyuken). Pocas veces me he sentido tan acechado y espiado.