jueves, 11 de septiembre de 2008

Diario de viaje 9: Líbano


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DIA 26: “Un paseo por el Líbano”: Beirut - BIBLOS - TRIPOLI - CRAC CHEVALIERS (SIRIA) - ANTAKYA (TURQUIA). 450 kms.


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La visita a Beirut por la mañana me demostró varias cosas. Lo primero, que el tipo que se inventó que Beirut era “el Paris de Oriente Próximo” se pasó cuatro pueblos. No tienen nada en común más que las calles están en francés.

Lo segundo es que en Beirut hay muchísimo dinero, lo cual es fácil de deducir si al cabo de 15 minutos ya has visto un concesionario Ferrari, uno Porsche y uno Rolls Royce. Efectivamente hay innumerables sucursales bancarias y está claro que el Líbano debe ser una importante vía no sólo de ayudas económicas europeas y americanas para comprar la estabilidad de la conflictiva región, sino de blanqueo de dinero y paraíso de fiscalidad.

Lo tercero es que Beirut no tiene nada especialmente bonito, ni siquiera la famosa “Corniche”, es decir el paseo marítimo que por la mañana usan los que hacen footing y que cada atardecer se llena de beirutíes paseando.



Lo más típico de Beirut es la “Roca de las Palomas” (en el distrito de Raouche), punto en el que acaba “la Corniche”








Y ya por fin lo cuarto es que si hay algo que destacar es la convivencia religiosa, la casi superposición de creencias que se demuestra en Beirut. Un claro ejemplo de ello es la parte institucional que por cierto está cerrada al tráfico y controlado su acceso peatonal por el ejército para evitar atentados de suicidas con chalecos llenos de bombas supongo en la zona del Parlamento y del Ayuntamiento.

Si salimos desde la Iglesia católica Armenia de Sant Elie, enseguida llegamos a la Gran e impresionante Mezquita de Mohammad el Amin, que está pared con pared con la Catedral Cristiana Maronita de San Jorge, y linda por detrás con la Catedral Ortodoxa Griega de San Jorge que a su vez está a unos 50 metros de la Mezquita Al Omarí. Todo en una increíble amalgama multireligiosa.

Iglesia Católica Armenia de Sant Ellie.



Mezquita azul Muhamad Al Amin.



Catedral Ortodoxa Griega de San Jorge con la mezquita azul al fondo.



Torre del reloj (Rolex…) en la Place de l'Etoile (de la estrella) o Nejemah Square.





En la zona del Hotel St. George es donde hace tres años con una potentisima bomba (equivalente a 1.000 kgs. de TNT) asesinaron al primer ministro Rafik Hariri a pesar de circular con el coche blindado.




Al lado, y muy cerca del exclusivo St. George Yatch Motor Club, todavía se puede observar el enorme hotel Holiday Inn que fuera tiroteado en tiempos de la guerra civil, y que sigue allí lleno de balazos como advertencia de lo que pasa cuando la intransigencia puede a la razón.
Antiguo Hotel Holiday Inn de Beirut.



Paseo de la Corniche.



En Beirut hay una playa pública y varias playas privadas con acceso exclusivo a través de clubes y hoteles (esto ya me sucedió también hace años en Marruecos en la Corniche de Casablanca). La playa pública es grande y tiene buena pinta, o sea que no acababa de comprender para que pagar para bañarse en el mismo mar de la misma fachada litoral de Beirut.
Cuando me metí en el agua la cosa me quedó muy clara: el agua está asquerosa, huele y sabe a vertidos fecales o poco menos. Resulta que los colectores de Beirut vierten al mar directamente, y cuanto más lejana es la playa del colector pues también más cotizada.

Asco-baño en el Mar Mediterráneo de Beirut.



La salida de Beirut dirección Norte fue como la entrada, con un tráfico horroroso. Cierto es que me dió pereza subir hasta las ruinas romanas de Baalbeck, pero en general a mi el Líbano me pareció un país superpoblado, lleno de gente y de coches y no demasiado bonito, la verdad.

Llegué finalmente a Biblos, la ciudad en que fue inventado el papiro para el bien de la escritura. El centro histórico de la ciudad es una caminata muy agradable que pasa por la ciudadela y desciende hacia el pequeño y pintoresco puerto. Está claro que es una zona muy turística y está lleno de comercios de souvenirs.

Puerto de Biblos.



Castillo de los Cruzados



Jajajaja.



Luego, siguiendo la carretera de la costa, no tardé demasiado en llegar a Trípoli, la segunda ciudad del Líbano en importancia. Lo primero que se aprecia en Trípoli es que se trata de una ciudad de carácter islámico mucho más marcado que Beirut y no es de extrañar que justo allí se hayan dado más frecuentemente los atentados integristas. Circulé un rato deambulando y semi-perdido por sus calles y no vi nada especialmente remarcable, por lo que seguí ya para el Norte dirección Turquía

Trípoli.





Torre del Reloj.



La frontera de salida del Líbano no tuvo complicación ni tasa de salida creo recordar, y la de entrada a Siria por tercera vez ya la hice como un veterano (con el GPS de nuevo muy escondido).

A una distancia relativamente pequeña de la frontera se encuentra Crac dels Chevaliers (Qala'at al-Hosn), el que se ha denominado como mejor ejemplo de castillo de los Cruzados que en su día dominaban estas tierras en escaramuzas constantes con las huestes infieles de Saladino (Salah-ad-din).

Efectivamente, se trata de un castillo muy bien conservado y desde él se domina buena parte del territorio, no en vano los Cruzados marcharon finalmente de éstas tierras sin haber rendido nunca el castillo.









Con unos últimos tramos circulando por ésta tierra Siria tan diversa y agradecida con el viajero, llegamos por fin a la frontera de salida, y a la frontera turca de entrada. Toca pues pagar tasa para salir, y luego tasa para entrar...

Ya en Turquía anocheció rápido, pero tenía pensado llegarme si era posible hasta Antakya, la bíblica Antiochia en la que acostumbraban a predicar la mayoría de los apóstoles del cristianismo primigenio.

Llegando a la ciudad me paro en una gasolinera a echar caldo y entablo una animada conversación con un chico, maestro de escuela en Estambul, que hablaba un inglés suficiente y que pasa las vacaciones con la familia que son los dueños de la gasolinera. Una cosa llevó a la otra y con todo el morro conseguí permiso para plantar mi tienda en su gasolinera. Al rato la conversación ya era con toda la familia, chicos y mayores, que salían en tropel de la casa próxima para conocer al extraño. Resulta que en la ciudad celebraban justo ese día el aniversario de la independencia de Antakya (que una vez tuvo status de feudo independiente o algo así entendí yo). Por ello me invitaron a bajar al centro de la ciudad a la fiesta, y como yo me apunto a un bombardeo acepté gustoso.

Mientras conversábamos, y como ya me conocía el paño, a la pregunta de si quería comer algo yo les decía que ya había cenado, pero aún así al cabo de un rato más sale una de las esposas con una bandeja llena de comida diversa. O sea que acabé cenando otra vez más gracias a la hospitalidad turca.





Luego embarcamos cuatro humanos en un coche y nos dirigimos hacia una especie de feria que se había montado en el centro. La velada no fue muy divertida ni entretenida ya que nos limitamos a hablar y pasear por el parque y para volver incluso tuvimos que esperar a que el hermano cerrara el chiringuito de ropa que tenía abierto en la feria, y así nos metimos siete en el pequeño coche. Pero a caballo regalado...



Luego a dormir a la tienda al lado de la Pantera que me tiene asombrado de lo dura que es y lo poco que se me queja.

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